domingo, 22 de diciembre de 2013



 

¡Hola, dragons! Aquí os traigo el segundo capítulo, que, si os fijáis (no hace falta fijarse mucho), veréis que tiene algunas cosas que no son muy interesantes, y no os culpo. Eso sí, tengo varios motivos para defenderme: 

  • Es el segundo y todavía no llega lo más emocionante, sino un poco más adelante.   

  • He escrito algunas cosas que es importante saberlas para los próximos capítulos.


Bueno, no os distraigo más, que no termináis nunca; espero que os guste. Y por cierto, recordad que si queréis podéis comentar y decirme cualquier cosa.

Kisses,
   

 






Segundo capítulo: Alone (sola)

Cuando llego a clase saco el libro que me estoy leyendo, un libro un poco raro que todavía no entiendo muy bien. Empiezo a leer y ya voy por la octava página (me lo acabo de empezar) cuando Mireia interrumpe me interrumpe.
- No podemos quedar en mi casa para lo de los planetas, así que o lo hacemos en tu casa o en la biblioteca.- me dice.
- Ya, pues lo hacemos en mi casa hoy por la tarde- le respondo.
- Vale, se lo digo a mis padres a mediodía.- me dice con su habitual sonrisa.
Entonces me pregunto una cosa. ¿Ella puede ver y hablar con sus padres cuando quiera? Pues si era así qué morro tenía, porque yo no puedo ni hablar a veces con ellos. Mi padre es banquero, y gana mucho dinero pero nunca le puedo ver; casi siempre está de viaje en lugares remotos. Sólo llama para hacer dos preguntas: qué tal en el instituto y que si habiamos comido. Qué preguntas más idiotas... Y nada que decir de mi madre... Mi madre no trabaja, pero no es que esté en paro, es que no quiere porque no lo necesita, que ya tenemos de sobra con el dinero de mi padre. No parece importarle nunca si su marido está en China o en Japón. Lo único importante son sus amigas del gym donde iba a hacer yoga, su club de pádel, sus compras (otra vez con sus amigas del gym), su salón de belleza y no sé qué historias más. Y sus hijos un poco. Luego está mi hermana mayor, Johanna, que estudia Derecho pero se quedó a vivir en Madrid en su propia casa, la cual comparte con su novio. Viene a veces a visitarnos (bueno, más bien a visitarme porque mis padres, como ya he dicho, siempre están ocupados, si es que a lo de mi madre se le puede llamar "estar ocupado"). A veces, por no decir siempre, habría preferido no tener tantas cosas, ni paga semanal, y sí tener unos padres que me hicieran caso. Pero bueno, así es mi familia.
Durante las primeras tres horas del día hacemos todos los exámenes que la Madeleine nos había puesto; las notas que creía que iba a sacar eran:
Lengua: un nueve y medio más o menos.
Mates: un ocho y medio o un nueve.
 Francés: ¡no había dado en mi vida! Un cero como una catedral.
Inglés: un ocho u ocho y medio.

                                                       

 La mañana se pasa volando y por la tarde, a las cinco, suena la sirena. Piiiiiiiii. Todos recogemos nuestras cosas y tengo que esperar a Mireia porque, como siempre, es la única.
-Vamos, Mire, que tenemos que hacer muchas cosas...
-Sí sí, ya voy, es que se me habían olvidado el libro y el cuadreno de mates para hacer los ejercicios
esos de las ecuaciones...
De camino a casa, Mireia me pregunta:
-¿Están tus padres en casa?
Me dan ganas de decirle que mis padres no son como los suyos, que mi vida no es como en los anuncios en los que a veces aparece mi hermana (aunque mis padres sean guapos y tengan mucho dinero) y que casi nunca puedo ver a mis padres, pero me limito a contestarle que no.
-Ah... Pero puedes montar muchas fiestas, ¿no?
Mire, siempre buscándole el lado bueno a todo... Debería aprender muchas cosas de ella.
-Si, ya montaré alguna.
Al abrir la pesada puerta de casa, Mireia se queda boquiabierta.
-Wow, que casoplón que tienes...
-Sí, bueno, lo normal, 300 metros cuadrados de extensión para una solita.
-Oooohh, qué guay...
Me muerdo el labio inferior para no empezar a soltar tacos maldiciendo el trabajo de mis padres y sus montones de pasta y le digo a Mire que me siga a mi habitación. Dejamos tiradas las mochilas y nos quitamos los zapatos de cuero del cole.
Clavo la vista en mi póster de Los Juegos del Hambre, en el que salen Peeta y Katniss. Me acuerdo de aquel día (¡espera, fue ayer!) que soñé que iba a Los Juegos del Hambre con Iván. Odié esa sensación, ya que veía como me enfrentaba a un destino que ya estaba escrito y no podía hacr nada para evitarlo...
-Cori... ¡Cori, despierta, no te quedes enbobada!
-L-lo siento... ¿Qué decías?- Mireia y sus sustos-de-muerte.
-Agg, ¡nunca escuchas! Te decía que tenemos que conseguir un cartón para el cielo.
-Ah..., ah, claro.
-¿Y de dónde lo cogemos, lista?
-Aquí al lado hay una librería-digo, mirándola pensativa- creo que podemos preguntarle a la dependienta si tiene alguna caja.

                                                          ♥
En cuanto me dirijo a la dependienta, me sonríe y contesta:
-Sí, claro. Por cierto, ¿quieres comprar algo?
-Ehhh- Mire y yo cruzamos una mirada, y al final decido- sí, por favor. Once bolas de porexpán y unas estrellitas de pegatina, gracias.
-En seguida voy por ello...-dice, mientras se pierde por una puerta que debe llevar al almacén.
Cuando nos lo trae, le damos las gracias y salimos. Mientras, en la calle, Mireia me pregunta:
-¿Y ahora qué hacemos? ¿Vamos a tu casa a empezar ya o damos una vuelta? Recuerda que el trabajo hay que entregarlo dentro de dos semanas, así que tenemos tiempo... Por cierto, ¿no tienes un poco de hambre?
Lo terca que es a veces me hace gracia, pero he de reconocer que otras veces me pone mala... ¿Se dará ella cuenta o simplemente no lo nota?
-En mi casa no hay mucho que merendar, así que si quieres podemos ir a la cafetería que hay unas calles más abajo de mi casa.
-Vale. ¿Tienes dinero? Si no no te preocupes, que te lo pago yo y después me lo devuelves.- muy lista... ¿Sabría que íbamos a ir a una cafetería?
-No tengo, así que me lo prestas tú, ¿vale?
-Ok.
Mire se pide un donut de chocolate y un Nestea, y yo una palmera de chocolate y una coca-cola. Cuando pagamos, nos sentamos en una mesa de esas de las sillas altísimas y empezamos a comer.
-¿Te gusta la coca-cola?- pregunta Mireia.
-Sí, casi se podría decir que soy adicta...
-A mí es que no me gustan las burbujitas esas...
Nos reímos y a Mire se le sale Nestea de la nariz. Alguna gente, incluida un grupo de chicos y chicas aparentemente un poco más mayores que nosotras, se giran a mirar a mi amiga.
-Mire, para, que nos están mirando...-le susurro.
-Y a mí qué, si no les gusta lo que estoy haciendo, que se giren y punto, o que se tapen los ojos- replica.
Todos dejan ya de mirarla, y nosotras nos vamos.
En casa empezamos a pintar las bolas de porexpán, Mireia la Tierra y yo Marte. Cuando ya las tenemos, les pinchamos unos hilos de nylon y listo. Así con otros seis, y cuando voy or mi tercero le digo a Mireia:
-Puff, tía, no puedo más, vamos a parar un poco...
Debo reconocer que mi amiga es bastante trabajadora, aunque sea difícil de creer. Ha hecho dos más que yo
-Vale, si quieres podemos empezar a hacer el cielo.
-Sí, buena idea- admito.
Cubrimos el cartón con papel de regalo plateado y le pegamos estrellitas de muchos colores, y después pegamos los hilos de todos los planetas.
-Guau, está genial.
Para gustos los colores.
-Sí, bueno, no está mal...- yo soy sincera.
Le ponemos un pincho para poder colgarlo después en clase de las lámparas y ya lo hemos acabado. Y todo gracias a las bolas de porexpán, porque Medeleine nos había dado dos posibilidades de hacerlo: una, con bolas de porexpán de esas y dos, metiéndonos en no-se-qué página web, después imprimirlo y al final pegarlo. Menos mal que hay dos posibilidades
-Hemos tardado muy poco.
-Ya,- pienso un poco y se me enciende una bombilla encima de la cabeza- si quieres podemos hacer algo para matar el tiempo.
-Sí pero, ¿el qué?
Entonces me acuerdo de una cosa.
-¿¡Eh, hoy no eran los premios 40 principales?!
Mire me mira con cara rara.
-¿¡Ah, si!?- pregunta, emocionada- Y, ¿qué es eso?
No se qué cara me estará viendo ahora mismo, pero creo que me he quedado en shock o algo.
-¿¡Qué, no sabes lo que es eso?!- ella niega rotundamente con la cabeza- ¡son unos premios de música muy importantes, tonta!
-Yo escucho emisoras de dj, mix y música electrónica, me gusta lo movidito.-dice rápidamente.
Y entonces comprendo. La televisión de los 40 principales es de pago.
-Ah, bueno, da igual...- digo, restándole importancia- vamos a verlos y ahora los conoces.
Nos sentamos en el gran sofá de cuero negro y brillante, y el murmullo apagado de la tele indica que se está encendiendo. 

                                                              

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