sábado, 17 de mayo de 2014

Holaaaa dragons!! Ya sé que hace mucho que no escribo, pero es que siempre me pasa lo mismo: me motivo para escribir pero al final, entre tento examen, deberes, y otras movidas no me da tiempo a hacer na´de na´... Además hace poco me fui cinco días a Andalucía con el colegio y ahí sí que no me dio tiempo a hacer nada... Bueno, aquí viene el cap. n.n

Kisses,







Tercer capítulo: metiendo la pata... hasta el fondo

Me despierto. Primero me desperezo; después voy al baño y me miro en el espejo. Tras lavarme la cara, me asomo por la ventana para comprobar una cosa que me preocupa. Es extraño, porque siempre que me levanto, pasa al lado de casa un camión de la basura. Me sorprendo al ver que no está... Voy corriendo al lado de la mesilla de noche y veo la hora en el despertador. Mierda... ¡Son las ocho menos cuarto! Si no me doy más prisa llegaré tarde a clase, la Madeleine me castigará y sabiendo cómo es, seguro que nada bueno. Voy a la cocina y me dispongo a prepararme el desayuno, pero como no me queda mucho tiempo, decido que lo mejor será  vestirme ahora y desayunar por el camino. Después de vestirme, me cepillo corriendo el pelo (y se me queda algún que otro enredo) y vuelvo a la cocina. Abro un armario no muy grande, situado en una esquina y cojo lo primero que veo: una barrita energética de las que se compra mi madre, para llevarse cuando se va a correr con sus amigas o al gimnasio de al lado. Mientras cierro la puerta del armarito, voy leyendo de qué es, ya que también soy un poco curiosa, y casi me da un algo cuando lo veo: pera y chocolate. ¡No! ¡Pera nooo...! La verdad es que no sé si mamá lo ha comprado por traición para tenerlas todas para ella o simplemente por gusto, aunque prefiero pensar que es por la segunda opción. No pienso ir a cambiarme el desayuno, me como esto y punto, así que me pongo el abrigo, me cuelgo la mochila al hombro, sujeto con una mano la maqueta que hice con mi mejor amiga y con la otra voy comiéndome mi desayuno-mierda; la barrita de la fruta que más odio con el dulce que más quiero. Al caminar por la calle la gente se me queda mirando con cara rara. Bueno, otros se aguantan la risa o, directamente, como  hacen algunos niños pequeñajos, se ríen o me señalan, como si fuera un mono de feria. Debo paracer una tonta, con la maqueta, la mochila, la barrita energética (a la que encima no puedo parar de mirar con cara de asco) y el abrigo que me deja al decubierto los hombros (ni siquiera me había dado cuenta al salir disparada de casa del calor que hacía...)Todavía quedan como unos once o doce minutos, ya que llevo andando unos cuatro o cinco.
-Mierda...-murmuro mientras me muerdo el labio inferior.
Y, muy de lejos, escucho muy de lejos la sirena. Ya está. Se acabó. Llegaré tarde... Aunque puedo faltar... Bueno, no, que dijo la Madeleine que sólo se puede faltar o llegar tarde sin que te regañen con un justificante firmado por tus padres. Y tampoco puedo falsificar su firma porque no me la sé... Ostia. Tengo que ir sí o sí...
                                                                            ♥
Tras caminar un montón, por fin diviso el instituto a lo lejos. Llego sin aliento. El conserje me recuerda lo tarde que llego... Como si no lo supiera.  Le contesto con un seco "sí", y me voy lo más deprisa que puedo. Aunque, ¿para qué? ¿Para conseguir medio minuto más? Si ya llego tarde, qué más me da.
Mientras entro en el gran edificio, y subo jadeando el par de escaleras que hay que seguir para llegar a clase, pienso, a la velocidad de la luz lo que me dirá nuestra tutora por llegar veinte minutos tarde. Y también en cómo puede ser que me haya quedado dormida y no haber oído el despetador. Ah, ya sé... Ayer me quedé hablando por el móvil con Mireia hasta tarde y tenía tanto sueño que me quedé frita en el sofá. Luego me despertó mamá, que, como siempre, llegó tarde, y me despertó; así que fui directamente a dormir, olvidándome completamente del despertador.
Sin darme cuenta, ya estoy delante de la puerta. Cierro los ojos, respiro hondo y llamo suavemente. Tras los tres golpes correspondientes, entro despacio y cierro con cuidado la puerta tras de mí.
-Ho-hola, siento llegar tarde...
-Ha llegado tarde, señorita Cruz, muy tarde.-me interrumpe nuestra amable profesora.
Soy incapaz de sostenerle la mirada. Por un lado, me entra la risa: nunca había visto a Madeleine tan enfadada, y está un poco ridícula frunciendo tanto el ceño y con su particular voz de pito y acento francés. Pero, por el otro lado, tengo un poco de miedo. Si está tan enfadada  será por algo. No quiero imaginarme el castigo que se me avecina. Sabiendo cómo se pasa y lo exagerada que es...
Sin poder evitarlo, miro hacia mi mesa. A su lado, Mireia me mira con cara extraña. Es como si me preguntase, sin palabras, por qué he llegado tan tarde. Tampoco puedo evitar mirar al otro lado; la mesa donde se sienta Iván. Pero descubro, no sin cierta sorpresa, que él no está. ¿Dónde...?
-Bien- prosigue Madeleine, consiguiendo que me sobresalta- siéntese en su sitio y ya hablaremos de su castigo antes del recreo, así que espéreme aquí después de que suene el timbre para hablar sobre ello.
De repente, alguien llama a la puerta. Toda la clase se gira hacia la entrada, atenta a la persona que va a entrar. ¿Quién es? Hmmnn... Ostras, creo que ya lo sé.Y debo decir que me gusta la idea.



No hay comentarios:

Publicar un comentario